En
nuestro país (Argentina), hablar de Protocolo es casi como hablar de una época remota y desconocida, como si resultara imposible aplicar sus principios a la vida cotidiana.
Podría
decir que en la actualidad no forma parte de un uso y costumbre, sino todo lo
contrario.
Aquí, el Protocolo no sólo pareciera no comprenderse e incluso (para
una mayoría) resultaría hasta conveniente desconocerlo. De este modo y
supuestamente, esto eximiría de “acatar
sugerencias” que simplemente pretenden buscar el ordenamiento que
persigue la disciplina, conforme la jerarquía, representación o lugar que
corresponde y merece cada uno.
Si
bien es escasa la información que se tiene al respecto, el desconocimiento,
desinterés e incluso la rebeldía suelen poner en jaque a los profesionales que
trabajamos para que se cumpla aquello que está preestablecido o simplemente
corresponde.
El
sentido común e incluso cuestiones que afecten la seguridad, son las
excepciones que considero capaces de permitir “saltar el protocolo”,
desobedecerlo, incumplirlo.
¿Pero hasta qué
punto es criticable o cuestionable, que una personalidad, no acate lo que este
nos indica o aconseja?
¿Las personas que
“escapan del protocolo”, ganan más o menos adeptos?
¿Contribuye o
perjudica la imagen que se tiene de ellos, “ir contra el protocolo?
¿Qué sucede cuando
estas personas asisten a otros ámbitos o visitan países, donde sí se respeta el
protocolo?
Las
respuestas a estas preguntas están a la vista, porque fundamentalmente los
medios se encargan de difundir imágenes,
videos y comentarios que resultan de este incumplimiento protocolar,
para ser bien o mal visto, según el caso.
Quienes
hemos tenido la oportunidad de estudiar Ceremonial Eclesiástico, Ceremonial
Castrense, Ceremonial Educativo e
incluso aquellos aspectos relacionados con el ámbito empresarial, comprendemos
la importancia de: “Conocer antes de actuar”, pero incluso, quienes no han
tenido la posibilidad de estudiar, preguntan, investigan, averiguan. Ya que
nadie nace sabiendo y debemos perder la soberbia, como medida principal.
Sin
embargo todos sabemos que “en casa”, podemos hacer de una u otra manera
lo que queremos. ¿Y en casa ajena?
Recientemente
en nuestro país, han surgido expertos inmediatos en Ceremonial y Protocolo,
criticando, cuestionando o alentando, el
comportamiento de la Sra. Presidenta de la República Argentina y del Santo
Padre. Así,
Cristina y Bergoglio, como los nombramos seguido y sin falta de respeto
(aparente) a la función o lugar que ocupan,
pasaron a ser el eje del incumplimiento protocolar.
Los
ojos de argentinos y de gran parte del mundo especializado en la materia,
observan con asombro cómo ambos “saltan y saltarán el protocolo”. Algunos
horrorizados, otros, acostumbrados, unos felices y otros avergonzados
analizamos el modo que tienen ambos de escapar ese orden preestablecido que
supone el Protocolo.
Esto
nos demuestra que el incumplimiento protocolar, a mi criterio, no
necesariamente siempre está bien o mal. Aquí, con un ejemplo tenemos dos
visiones de lo que se debería o no hacer, de lo que se puede hacer o no. Sin olvidar que el sentido común muchas
veces es más sabio que todos los conocimientos y títulos que se puedan tener.
A
continuación comparto frases como las imágenes anteriores que incluso desde la apolítica y el
agnosticismo, de algún modo ratifican lo
que escribo, pues hasta en la ruptura del protocolo se demuestran las
diferencias.
Es grande ser grande, pero más grande es ser
humano. (William Rogers)
A algunos se les considera grandes porque también se cuenta el pedestal.
(Séneca)
Casi siempre la responsabilidad confiere grandeza al hombre. (Stefan Zweig)
No hay humillación ni deshonra en el
reconocimiento de la superioridad de un adversario. (Ángel Ganivet)
La grandeza de un hombre consiste en saber
reconocer su propia pequeñez. (Blaise Pascal)
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