Dadas las repercusiones que tuvo la reciente Boda Real de quienes pasaron de ser el Príncipe Guillermo Windsor y la plebeya Kate Middleton a ser: Los Duques de Cambridge, no queda más que agregar o comentar respecto de la fastuosa boda, merced a los esfuerzos puestos en convertirla en el Enlace Real más austero de la Corona Británica.
Si además, a esto le sumo todo lo que pudieron captar las 3 mil millones de personas, que se estima siguieron en mayor o menor medida los acontecimientos en todo el mundo, lejos estaría de poder hacer referencia a los hechos más que trascendentes que llegaron a cada uno de los que les interesó el tema, independientemente del cuál haya sido el motivo.
Pero fundamentalmente existen tres razones, además de las que mencioné anteriormente, por las que en esta oportunidad no pondré mi sello personal (como lo hago en cada una de mis publicaciones), ellas son:
1. No soy una experta en Monarquías.
2. No soy una erudita en el Protocolo de la Realeza.
3. Respeto el pensamiento y posicionamiento de quienes por cuestiones políticas, ideológicas, familiares o de cualquier otra índole no están de acuerdo con la difusión, opinión o comentarios respecto a esta boda.
Las dos primeras razones tienen que ver tanto con mis conocimientos como con mis limitaciones que reconozco y con una cuestión de ubicuidad, palabra que más de una vez he oído aplicar en torno al ceremonial y que muchos pseudo especialistas han olvidado presentándose en cuanta oportunidad han tenido, para opinar, criticar y enseñar al respecto, sin la menor responsabilidad.
Mientras la tercer y última razón tiene que ver con cuestiones que atañen a la historia de nuestro país, a una injusta y dolorosa guerra que vincula tanto al Reino Unido como a la Argentina, por nuestro territorio en las Islas Malvinas, que no puedo olvidar ni omitir. Por eso, espero no herir susceptibilidades.
De todos modos, no puedo negar que para quienes ejercemos esta actividad relacionada con el ceremonial, la imagen, el protocolo y los eventos. Una Boda Real, es uno de los acontecimientos que más expectativa provoca en el mundo, por eso no podía mantenerme al margen y me sentí en la obligación de hacerlo de la siguiente manera:
Titulé este post así, porque aún me quedan dudas al respecto, aunque a la vez no sea más que un juego de palabras.
Se trató de una circunstancia en la que la pompa se lució en su mayor esplendor, respetando el protocolo estrictamente, procurando revertir de a poco la imagen adquirida, aplicando el ceremonial en su máximo potencial y realizando un mega evento tal como la mayoría lo esperaba, aunque se diga… "de manera austera". Mientras a alguno de estos hechos me remito.
Los árboles que ornamentaban la Abadía fueron pedidos expresamente por la que fuese por entonces Princesa Kate. Eran Arces silvestres de 15 años y 6m de altura, de este modo se le daría un toque más “natural” a la imponente estructura.
Los novios decidieron invitar a cien ciudadanos al azar a la celebración con el objetivo de verse “un tanto más populares”.
1900 fueron los invitados a participar de la ceremonia nupcial en la Abadía de Westminster, algunos con aciertos y otros con desacertados atuendos.
29 de abril era Santa Catalina. Catalina, justamente será el modo en que se nombrará a partir de ahora a la Duquesa. Tanta coincidencia obligaría a confirmar el motivo por el cual la pareja eligió esa fecha para la boda.
Cada niña del Cortejo tenía su nombre y la fecha bordada a mano en el forro de sus correspondientes vestidos. Pero también, Eliza, nieta de Camila, en plena foto oficial sujeta con una mano un gusano de plástico rosado que tenía guardado el Príncipe Harry para entretener (en caso de ser necesario) a alguno de los niños del cortejo. Sin embargo nadie se dio cuenta del detalle previo a tomar la fotografía que poco después recorrería el mundo y que en este caso coloco completa al cierre de este post.
La ahijada del Principe Guillermo (Grace Van Custem) de 3 años era la niña que se tapaba las orejas en una de las principales fotos oficiales que se dieron a conocer al mundo.
La novia no lució un tradicional vestido color blanco sino que fue combinado con marfil. Su corset de es escote corazón sobre el que se superpuso un canesú escote en V de encaje francés. Su cola midió 2,7m. La espalda se le cerraría con 58 botones forrados en gasa y organza. La parte superior al igual que el forro del calzado fue bordado a mano por la Escuela Real de Bordado y las flores que allí se representaron fueron: Tréboles de Irlanda, Rosas de Inglaterra, Cardos de Escocia y Narcisos de Gales, todos ellos símbolos del Reino Unido.
El príncipe no usó el tradicional anillo de boda que utiliza todo futuro contrayente, simplemente por “una cuestión de preferencia personal”.
La torta o pastel de boda, tenía 900 flores de azúcar, representadas por 17 clases de flores diferentes.
El primer beso duró 0,76 ".
Estaba previsto que unas 10.000 personas pudieran acampar en el Camp Royal, delimitado especialmente a tal efecto, allí además se les serviría té con masas al mismo tiempo que se les daría la posibilidad de participar en sorteos y actividades antes de la boda a quienes paguen la entrada de 120 dólares por persona que se exigían antes de ingresar, por los tres días que duraría el acampe en el Clapham Common, que abrió el 28 de abril y cerró el 1ero de mayo.
John Loughrey de 56 años fue el primero en establecerse en una ubicación privilegiada para no perderse ningún detalle de la fastuosa boda.
El Consejo de la Ciudad de Westminster esperaba recoger 140 toneladas de residuos del recorrido que llevó a cabo la procesión real.
Luego de la celebración el ramo de la novia fue colocado en un cojín blanco sobre la tumba del soldado desconocido, de mármol negro rodeada de amapolas rojas. Ubicada dentro de la Abadía de Westminster, la misma simboliza los militares caídos en combate. Pudo calcularse que se han tomado más de 8 millones de fotografías (2.000 fotógrafos y 4.000 fotos aproximadamente por cámara), mientras duró la ceremonia. Puede verse con detalles el video que muestra al clérigo Verger Ben Sheward haciendo la "medialuna" en plena alfombra roja una vez finalizada la ceremonia religiosa, en la Abadía mientras alguna cámara aún había quedado encendida.
Como en toda boda hubo souvenirs aunque el que sigue no era precisamente uno de los oficiales, no faltarán en la mesa de algún inglés a la hora de tomar el tradicional "five o`clock tea".
Para finalizar cabe reconocer a esta boda, como la primer Boda Real 2.0 de la historia.
Al mismo tiempo que se trató de un media events (acontecimiento popular de alta trascendencia mediática) ha sido definitivamente un mega evento. Al cual los que nos dedicamos a esta actividad no podemos estar ajenos.