Celebraciones de ayer, hoy y siempre:


Somos muchos los que procuramos pensar con los pies sobre la tierra, incluso en época de Celebraciones, cuando podría suponerse que todo está permitido. Aunque debo reconocer que el razonamiento de una gran minoría no puede de un día para otro cambiar al de la mayoría.
Cada año refuerzo la idea que sostienen muchos: “Gastar  dinero en pirotecnia es casi como quemarlo” Al mismo tiempo que me cuesta comprender el sentido que le encuentran a las explosiones, precisamente porque no lo tienen.
Sin embargo más allá del espectáculo luminoso que pueden brindar los fuegos artificiales y de las medidas de seguridad que se deben tomar cuando se trata de pirotecnia, siguen sucediendo tragedias, como la que  se produjo en Costa de Marfil dejando una suma de 63 fallecidos y 48 heridos, tras un “espectáculo pirotécnico” en la víspera del 1er día del año 2013. Claro que si hablamos de tragedia, del mismo modo podemos referirnos al mal uso que se le suele dar, por parte de niños y adultos en sus casas o en la venta ambulante, aquí nomás, muy cerca de donde vivo sin ir más lejos.
Pero además,  de estas observaciones personales, existen una serie de cuestiones que tienen que ver con mi actividad profesional vinculada a la organización de eventos que me obligan a estar al tanto de lo que ocurre en cuanto a celebraciones, en nuestro país y en el mundo. No sólo con acontecimientos lamentables como el mencionado anteriormente (ocurrido durante un Evento de Fin de Año), sino analizando cómo se va modificando el sentido de estas Fiestas.
Sabemos cómo eran las Celebraciones de “ayer”, sin embargo, pareciera que el paradigma de las Celebraciones  de hoy nos muestra:
Excesivos e innecesarios gastos.
Tradiciones que muchas veces no se sabe cómo surgen, pero que están.
Producciones fastuosas.
Corridas desmedidas.
Una inusual cantidad de desperdicios.
Sumado a una larga lista de etcétera.
Últimamente  y bastante distante del Pesebre de Belén, muchas personas viven en época de Fiestas, como en otro mundo.
Si algo de lo mencionado anteriormente sucedió en su casa, en su familia o en el trabajo, prepárese pues la tendencia pareciera encaminarnos cada vez más al consumismo y donde las excentricidades olvidan las características fundamentales que rodeaban, hasta no hace mucho tiempo, la verdadera esencia de lo que originó la celebración.
Hoy me asombra ver arbolitos sin Pesebres, incluso en Plena Nochebuena. Festejar una Navidad sin Pesebre  sería algo así como asistir a una boda y que no estén  los novios, salvando diferencias.
¿Habrá que ver qué sucede hacia el final de éste año en la joyería china que expuso su árbol tallado en 12kg de oro macizo valuado en US$2 millones, o con el más alto de París que mide 35m?
Si  le parece  demasiado, el más grande del mundo (declarado por el Libro Guinness) con su estrella de 40m de ancho y 25m de alto que sí cuenta con un Pesebre en tamaño natural  podría conseguir en Buenos Aires, un árbol empresarial de unos 4m de alto por $7.000, valor que alcanzó en 2012.
Contar las 600.000 lucecitas de led multicolor que cubren el árbol de 21m (decorado con los reconocidos cristales  austríacos) en las famosas Galerías de París, cristales similares a los de la misma marca que se consiguieron hasta el año pasado en nuestro país por $785 cada uno, le podría resultar mucho comparadas con las 30.000 bombitas del clásico árbol que se instaló en el Complejo de Edificios comerciales  entre las calles 48 y 51 de NY.
En fin, ya sabemos como fueron las celebraciones antes, sabemos cómo lo son ahora. Sólo nos queda la duda de saber si seguirán siendo siempre así.