La gente empieza a llegar espontáneamente, visiblemente dolida, consternada, triste, sin nada que decir y sin embargo tanto para gritar...
Es que el motivo de la convocatoria es entre otros el reclamo pacífico de Justicia y Seguridad. Allì amigos, esposas, hermanos y hermanas, papás y mamás, vecinos, todos, absolutamente todos reclaman eso que no se puede gritar, unidos por la bronca y el dolor.
Así las populares "Marchas del Dolor" convocadas en marzo de 2004 por Juan Carlos Blumberg tras el asesinato de su hijo, van siendo en nuestro país un evento, que me arriesgaría a decir, nadie quisiera organizar y sin embargo suceden tan a menudo...
Ni el más experimentado organizador, ni el más profesional de los ceremonialistas tiene la posibilidad de abstraerse sentimentalmente de semejante situación, logrando organizar éste tipo de eventos como si fuera otro más. Siento y recuerdo que lo mismo me pasó allá por 2004.
Recuerdo los comentarios por ese entonces entre mis compañeros de Ceremonial... sin saber que en el mes de agosto sería yo quien estaría organizando una nueva marcha, pidiendo en ese caso Justicia por el asesinato de mi hermano Nahuel Iraizoz de tan sólo 19 años.
La plaza del Centro de Poder Político, aunque ésta vez en el conurbano bonaerense, volvió a ser punto de encuentro para los ciudadanos que voluntariamente se quisieron acercar.
Pegar carteles, visitar radios, llamar a los medios de comunicación, hacer cadenas telefónicas y de mails, todos eran medios importantes de convocatoria. Rutina que cualquier organizador de eventos conoce. Solo que en este caso no había dinero para pagar difusión o publicaciones, sino simplemente solidaridad, compromiso, empatía y buena voluntad por parte de quienes accedían.
Mientras hacíamos las antorchas con botellas plásticas, empezaron a llegar donaciones de velas, banderas con rostros de otras víctimas desconocidas hasta ese día y familiares luego, a medida que el dolor nos unía.
Sonido, iluminación, remeras, fotos de nuestros muertos, carteles y pancartas, oradores de otros cleros, seguridad... eran algunas de las cosas que figuraban en nuestro "check list". Ese que jamás vamos a olvidar.
Algo que no se asemeja mucho a los eventos que aún hoy organizo,es el estado de ánimo que motiva a los "invitados" a acercarse, solo que la diferencia era fundamental. En ese caso, la impotencia, la bronca, no son precisamente los mejores compañeros. Sin embargo todo transcurría pacíficamente.
Despojarse del dolor y disponerse a organizar es imposible, motivados aún más por la memoria de nuestras víctimas, pero milagrosamente la ayuda empiezaba a llegar... la voluntad, la solidaridad y la lucha permanente de quienes lamentablemente han pasado por lo mismo, no tardaron en aparecer.
Así se conformó nuestro equipo de trabajo, sin la experiencia de haber organizado algo semejante, sin la euforia y alegría que provoca organizar otro tipo de eventos, sin personas preparadas para la tarea, pero con la triste experiencia de haber sentido el mismo dolor.
12 años después es solo un recuerdo de un evento que nunca hubiese elegido organizar...