Cada día estoy más convencida sobre la satisfacción que debemos proporcionale a empleadores y clientes externos por igual. En definitiva ellos y nosotros pretendemos quedar satisfechos con el trabajo terminado.
Entonces no sólo se trata de que quien habitualmente consideramos como cliente quede conforme, sino que además quien nos da el trabajo de una u otra manera es quien también deberá confiar en nosotros y es nada más y nada menos que nuestro propio empleador en caso de que trabajemos en relación de dependencia.
Él accede a nuestros servicios de venta, organización, consultoría, etc. por intermedio de una compensación salarial o pago. Por eso es indispensable que también él pueda comprender nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, la vocación y el esmero que diariamente ponemos en el desarrollo de cada tarea, condiciones que el Cliente Externo considerará importantes o determinantes a la hora de cubrir sus expectativas.
Es indudable que satisfacer las necesidades de todos los que participamos es un verdadero desafío.
Parecería que en principio sus motivaciones y necesidades son diferentes. Incluso la mayoría de los empleados no ven a sus superiores como "clientes".
No creo que "ponerse la camiseta de la empresa" sea la clave para defender sus intereses a costa de los de la eventual persona u organización que nos viene a comprar o a contratar. Pero tampoco creo que "defender a capa y espada" a éste último nos posicione bien ante la empresa para la cual cumplimos tareas.
Ahí está el verdadero desafío, en armonizar los intereses de ambos, en desplegar nuestras capacidades interpersonales en pos de la conformidad del interesado y en cubrir las necesidades de cada uno apelando a nuestra capacitación o experiencia y si vamos más lejos aún a nuestra pasión por lo que hacemos.